8.11.10

Política nacional

LOS JÓVENES Y LA POLÍTICA
En momentos en que muchos medios destacan el regreso de los jóvenes a la militancia, recordamos la situación que se vivía en la Argentina una década atrás. Los jóvenes y la política, en fragmentos de ¿Todo por dos pesos?, nota de Luis Gruss, con entrevistas de Julia Izumi, Rodrigo Lloret y Florencia Lendoiro, publicada en la revista Trespuntos, nº 113 del 9 de septiembre de 1999.




   "Para comunicarse con la gloriosa Jotapé, primero hay que marcar el 15. Antes alcanzaba con salir a la calle. Había marchas masivas casi todos los días. Eran diez mil, cien mil chicos y chicas con antorchas en las manos y un sueño en el corazón. Ni mejores ni peores (diferentes) estos tiempos exhiben un perfil más apagado. Los referentes políticos de ayer no ocultan hoy su desconcierto. 'En nombre del pragmatismo los dirigentes cambian el barrio por el celular -se retoba Juan Carlos Dante Gullo, ex conductor de la poderosa Regional I allá por los setenta-. Entre el establishment y la globalización, los jóvenes ya no aparecen ni en la foto'.
   Las comparaciones son odiosas y la nostalgia no es buena consejera. La patria socialista, liberación o dependencia, el año 2000 nos encontrará... ¿cómo era? Esa canción ya no se escucha en ningún lado. Es más, vistos aun desde este insípido presente, algunos de aquellos planteamientos resultan pueriles, grotescos y hasta suicidas en algunos casos.
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   Algunos de aquellos que militaron en la gloriosa -o en otras formaciones no menos radicalizadas de la Argentina violenta- hoy se volcaron al menemismo y, después al duhaldismo en alegre voltereta; son asesores de ministros, publicitarios, marketineros de la política o periodistas mediocres y obsecuentes. Sin fe alguna en un porvenir mejor, y cuando cualquier transformación por mínima que sea parece ya una utopía propia de extraviados, los políticos en leve ascenso se entregan a una banal y pragmática justificación. Desde lejos y militando a veces en el ultraescepticismo, los jóvenes los miran hacer con una mezcla de indiferencia y fastidio.
   El panorama, por cierto, no resulta exageradamente alentador. El flamante titular de la Juventud Peronista es Hernán Corach, hijo mayor del ministro del Interior. Antes de llegar a ese cargo no caminó por las calles embarradas de Cuartel Noveno sino por los pasillos de la Universidad Austral de Derecho Administrativo -vinculada al Opus Dei- donde hizo un máster antes de realizar el sueño de la unidad básica propia y acomodarse luego en su estudio de abogacía.
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   En carrera. El desinterés o hartazgo juvenil por los políticos y sus agrupaciones, sin embargo, nunca es total. Una de las revelaciones que surgieron de la Primera Encuesta Nacional de la Niñez, Adolescencia y Juventud realizada por Graciela Römer y Asociados por encargo de la Unicef en 1995, confirma en principio que casi un ochenta por ciento de la generación de 14 a 25 años no se identifica con ningún partido. Sólo lo hace uno de cada cinco adolescentes y jóvenes. Casi la mitad (9 por ciento) se inclina por el Partido Justicialista. Y el 5 por ciento se identifica con la Unión Cívica Radical. De todos modos, como subraya el sociólogo Emilio Tenti Fanfani en sus conclusiones, un veinte por ciento de identificación política es una cifra relativamente alta si se la compara con el porcentaje que dijo participar activamente en la política: menos del 2 por ciento para adolescentes y jóvenes en su conjunto.
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   De cantidad de 'soldados', por eso mismo, mejor ni hablar. La Jotapé nacional, subdividida en líneas no siempre convergentes, prefiere dejar las cifras de lado. Joaquín Losada, presidente de la Juventud Radical e hijo de un conocido senador misionero, informa sin mucho entusiasmo que en la UCR hay alrededor de 700 mil afiliados menores de treinta años.
   Más abajo en el ranking los números empiezan a diluirse. Reacio a cualquier tipo de militancia juvenil a la vieja usanza, Gustavo Beliz se jacta al menos de los cuarenta profesionales becados por su coqueta Escuela de Nueva Dirigencia. Mediante acuerdos con universidades de aquí y del exterior, los diez mejores promedios de esa camada de elite ingresan a la Legislatura en calidad de asesores rentados y pichones en carrera. A la izquierda de su televisor, mientras tanto, los gallos son 'pocos pero buenos', en apurada y aun irónica justificación de un dirigente de ese palo. Cerca de quinientos chicos y chicas votaron en la primera interna de la Juventud del Frente Grande. Y son alrededor de mil, generosamente hablando, quienes componen la militancia actual de la Federación Juvenil Comunista, una agrupación casi centenaria que llegó a vanagloriarse, en su época de oro, de haber rozado la cifra de 100 mil adherentes. Mucho más difícil, en tanto, resulta estimar el número de simpatizantes que van a los actos del Partido Obrero o el PTS, entre otras formaciones sin mucha gente, pero activas y ruidosas.
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   Martín Hourest, un cuadro cercano a Fredy Storani que presidió la Juventud Radical en 1983, dice simplemente que hoy en día 'los que piensan distinto son mirados como locos', mientras la política se convierte gradualmente en 'un proceso de selección laboral y acceso al gobierno en el que hay un intercambio de lealtad, silencio y respeto de la jerarquía a cambio de garantizar un lugar en el aparato'.
   Los chicos del 83, los herederos aggiornados de la Junta Coordinadora, guardan banderas y boinas blancas a la espera de tiempos mejores. Según opina en off y con malicia un dirigente de esa rama, la JR abandonó su tradicional estilo contestatario 'para convertirse en una agencia de publicidad moderna y disciplinada', con escasa o nula incidencia en el partido. Para ofrecer una idea aproximada de esto último, el informante elige al azar y expone los datos de la interna realizada en julio del 97. El nivel de votación del sector fue entonces del 10 por ciento, un guarismo fácilmente superable por el grupo juvenil de cualquier iglesia de barrio.
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   Las encuestas, sin embargo, son contundentes. La más reciente de todas, realizada en octubre último por el instituto Demoskopia, asegura que el 79 por ciento de los mil menores de 24 años encuestados afirmó tener poco o ningún interés en la política. Ayer nomás las paredes exudaban cinismo en los graffitis. Votaste. Esperá dos años y volvés a participar. O todos prometen, nadie cumple, vote a nadie. No habría que entusiasmarse tanto, sin embargo, frente a estas indudables muestras de ingenio. El sociológo Daniel García Delgado aduce al respecto que si bien el rechazo a la política tiene componentes positivos (al denunciar su subordinación a la economía, su pragmatismo y su pérdida de proyectos) hay también ahí un aspecto negativo. 'La visión excesivamente escéptica, la idea de que no hay salida ni alternativas, refuerza el poder y la capacidad de manipulación de las elites', advierte con agudeza.
   ¿Habrá que seguir buscando el diamante en la basura? La respuesta está en manos de quienes todavía creen que la política debe ser un instrumento para alcanzar el bien común. En los que aún privilegian la calle y el contacto directo con la gente. Y en los nuevos dirigentes que en vez de conformarse apenas con adeptos activos -como predicaba Artaud en pleno auge del surrealismo- piensan que aun hoy hacen falta adeptos conmocionados."






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