11.11.10

Cultura

HACE 30 AÑOS MORÍA EL HISTORIADOR RODOLFO PUIGGRÓS
El 12 de noviembre de 1980 falleció en el exilio Rodolfo Puiggrós. Historiador, periodista y político argentino, su obra incluyó numerosos libros y artículos sobre historia nacional y latinoamericana. También fue rector de la Universidad de Buenos Aires. Fragmentos de Recuerdo de mi padre, nota de Adriana Puiggrós en la revista Señales, nº6 de diciembre de 1990.




    “Recordar el décimo aniversario de la muerte de mi padre, si se pretende ser leal a su lúcido espíritu crítico y a su pasión por la historia del hombre, impone realizar el esfuerzo de atravesar la maraña de hechos, ideas y sentimientos que median entre la boda peronismo-liberalismo/caída del muro de Berlín y aquella mañana de La Habana, un 12 de noviembre de 1980. La pregunta que me asalta es si mi padre hubiera imaginado tales acontecimientos, si en los confines de su pensamiento se hubiera podido concebir que la caída del socialismo burocrático, contra el cual luchó toda su vida, transitaría uno de los caminos más tortuosos de la historia. O si hubiera pensado el regreso del peronismo al poder como espolón de proa de un salvaje proceso de modernización destructiva del Estado nacional que costaría hambre y analfabetismo a varias generaciones de argentinos.
(…)
   Todas las noches y todos los días en los que lograba escapar a su pasión por el periodismo (Brújula, El Norte, Argumentos, Crítica, Clase Obrera, El Día) o por la política (PC 1930-1946; peronismo 1946-1977; MPN 1977-1980), trabajaba sin cesar en su máquina de escribir manual.
   Así, antes del 55, cuando volvía de discutir y discutir en el Whisky Bar de Avenida de Mayo con los refugiados españoles. Con Raúl González Tuñón, uno de los pocos comunistas que siguió saludándolo después de ser expulsado por apoyar al peronismo en 1946, con María Luisa Carnelli, autora de tangos, luchadora en la Guerra Civil Española; con Gatica, secretario del Sindicato de Rengos cuya tarea en el diario consistía en pasar quiniela desde la cabina de teléfono de Crítica; con aquellos campeones del periodismo, hijos de don Natalio Botana, talentosos inventores de primicias inexistentes, mezcla de tangueros, suicidas, poetas y políticos. Enamorados de la vida.
   En la resistencia organizó decenas de reuniones desde la clandestinidad. Se salvó raspando del fusilamiento cuando el golpe de Valle. Llegó el '73 y fue rector, como Perón se lo había prometido, como le había anunciado en Puerta de Hierro a Astrid Rusquellas, militante peronista vinculada a John William Cooke. Tocó entonces el mítico sillón de la calle Viamonte e instaló el ritual nacionalista popular-socialista nacional. Fue expulsado de inmediato no sólo por sus ideas respecto del Estado y la Nación, sino también por su cultura trasgresora del ceremonial liberal, por su burla al oscurantismo y al almidón universitario, por su intención de hacer de la Universidad un espacio democrático y popular. Quienes lo obligaron a renunciar no fueron exclusivamente los López Rega. Participaron otros: los doctores, los que no pudieron soportar que los estudiantes de medicina hicieran sus prácticas en las villas miseria y que se arriesgara a nombrar a Homero Manzi como profesor emérito de la Universidad.
(…)
   Exilio. México le abrió las puertas nuevamente. Allí encabezó la defensa de los derechos humanos, pasó horas y horas en la Secretaría de la Gobernación buscando obtener protección para los que llegaban, sufrió por la dictadura que comenzaba. Pero todavía proyectaba escribir. El sueño era irse a Cuernavaca, encerrarse y terminar la Historia Crítica de los Partidos Políticos Argentinos, producir el tomo sobre el peronismo, ya no sólo sus causas sino su evolución, sus consecuencias, su futuro. Nunca lo hizo.
   Aunque sus vínculos con los grupos político-militares venían de años atrás, nunca había querido establecer una relación orgánica con ninguno. Pertenecía genéricamente, a la izquierda peronista. Los montoneros estrecharon cada día más sus contactos con él durante 1975 y comienzos del 76. En junio cayó mi hermano Sergio en un enfrentamiento con el Ejército en el centro de Buenos Aires. Mi padre se deshizo de dolor y puso detrás de su escritorio un retrato inmenso de Sergio, un retrato de héroe. No escribió más e ingresó al Movimiento Peronista Montonero en Roma, en abril de 1977 -tal vez dos caras de la misma moneda- y murió tres años después.
(...)
   Si usamos el concepto de cambio social de mi padre concluiremos que él estaba completamente equivocado. Aquel modelo de revolución social está más lejos que nunca y los mitos han caído. Pero es posible que lo erróneo haya sido precisamente su concepto de cambio social y su tremenda exigencia a la realidad. Puede ser que los procesos de cambio sean más lentos, más arrítmicos, y que quizás, aunque las fuerzas populares aún no han tomado el poder, se hayan producido transformaciones profundas en la cultura argentina que surcan dentro de las mujeres y a los hombres, no a quienes ocupan la escena del poder actual, sino a los desplazados. Desde ese punto de vista, tal vez las luchas de mi padre no fueron inútiles aunque sus productos aún sean invisibles”.






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