11.8.10

Internacionales

A DIEZ AÑOS DEL NAUFRAGIO DEL SUBMARINO KURSK
El 12 de agosto de 2000 el submarino nuclear ruso Kursk se hundió en el mar de Barents, pereciendo sus 118 tripulantes. El sumergible naufragó durante un ejercicio naval a 157 kilómetros al noroeste de Severomorsk. Tras el accidente, se criticó la reacción del presidente Vladimir Putin y el estado de las fuerzas armadas de Rusia. Fragmentos de Un cementerio bajo las olas, nota de Silvio Santamarina publicada en la edición nº 1235 de la revista Noticias del 26 de agosto de 2000.



"Ahora, las lágrimas. No las de los familiares de la tripulación del Kursk, quienes lloraron desde el primer momento en que recibieron malas noticias acerca del submarino, hasta que la indignación les secó el llanto. No, ahora es el tiempo de las lágrimas oficiales, con más prensa pero menos credibilidad.
A falta de explicaciones convincentes, el Kremlin apostó a los sentimientos. El presidente Vladimir Putin (57) intentó cambiar su actitud fría de las primeras horas de la crisis por una pose comprometida: al principio, ni siquiera se dignó a interrumpir sus vacaciones en un balneario del mar Negro, donde incluso tuvo tiempo de intercambiar correspondencia con celebridades de la tevé. Cuando la tragedia se le vino encima, decidió arrimarse a la zona del accidente, declaró una jornada de duelo nacional e instruyó al comandante de la Flota Norte, el almirante Vlatcheslav Popov, para que pida perdón ante las cámaras de televisión 'por no haber podido salvar la vida de los marineros'. Pero ya era tarde.
Las esposas de los 118 marinos muertos (cifra oficial) se niegan a acata el luto oficial mientras no rescaten los cuerpos -la operación podría tomar meses, incluso hay quien cree que las condiciones climáticas la volverán imposible- y la ceremonia en que Putin arrojaría una corona al mar junto a las familias damnificadas tuvo que ser suspendida por la tensión entre las partes. La pésima comunicación del gobierno con los seres queridos de las víctimas quedó en evidencia con la tétrica escena registrada por los medios europeos cuando, en medio de una discusión entre familiares y jefes navales, una mujer fue 'silenciada' con un calmante que le aplicaron a quemarropa, jeringa en mano, al peor estilo KGB. Por supuesto, de nada sirven los gestos de buena voluntad de Moscú, que prometió destinar cien millones de dólares a las operaciones de recuperación de los cuerpos, además de una compensación a las familias afectadas equivalente a una década de salarios. Lo único que quieren los que lloran -de verdad- por el Kursk es que alguien se haga cargo de la pregunta que el Kremlin no puede o no se anima a responder: ¿Qué pasó?
Hipótesis. Las teorías sobran, y el problema para decidir cuál es válida es que no sólo se trata de una discusión técnica, sino también política. Las explicaciones más difundidas son:
El desastre habría sido causado por la explosión espontánea de un torpedo del Kursk, que llevaba unas treinta cabezas de proyectil. Esta versión fue apoyada por el brigadier Kjell Grandhagen, vocero de las Fuerzas Armadas noruegas, que participaron en el fallido rescate en el mar de Barents. El argumento técnico que sustentaría la hipótesis de la explosión interna está en el propio órgano de prensa de los militares rusos, el 'Krasnaya Zvezda': la publicación informa que la tecnología sofisticada de propulsión del sumergible y lanzamiento de los torpedos acababa de ser reemplazada por un sistema de combustible líquido, más barato pero más peligroso. El cambio fue aceptado a regañadientes por la plana mayor de la Marina, forzada por el recorte presupuestario que aqueja el Estado ruso.
Otra versión arriesga que el submarino quizá golpeó el fondo del mar al realizar una maniobra mal calculada. El impacto habría provocado la explosión de los tanques de aire presurizado, que a su vez generaron una reacción en cadena que hizo detonar los torpedos. Un comandante retirado de la flota del mar Negro, el almirante Eduard Baltin, aseguró que el del Kursk fue un caso de pura incompetencia. 'Ese sumergible fue diseñado para el océano, no para aguas poco profundas. El lugar adonde fue enviado el Kursk registra vientos y corrientes demasiado potentes como para transportar torpedos sin riesgo'.
El escenario más polémico es el que sugiere la posibilidad de que el submarino ruso haya explotado al chocar con un sumergible británico o norteamericano. El jefe de la Marina rusa, Mijail Motsak, dijo que había otros tres submarinos -no rusos- en el lugar del accidente. La prensa oficialista moscovita sugirió que había evidencia de que un sumergible de bandera estadounidense se tocó con el Kursk, y que de inmediato se ocultó en un puerto de Noruega. El Pentágono admitió que tenía dos submarinos en la zona, monitoreando ejercicios navales rusos, pero negó cualquier tipo de acercamiento entre sus naves y el Kursk. Marinos que han trabajado en la península de Kola (cerca del accidente) recuerdan que, en tiempos de la Guerra Fría, los submarinos rusos que tripulaban estuvieron a punto de chocar en varias oportunidades, y que una vez lo hicieron con una nave de la OTAN, aunque no hubo víctimas.

(...)
Interna caliente. En el medio de una lucha entre las distintas fuerzas armadas -y entre los defensores de las armas convencionales, por un lado, y los jefes de la estrategia nuclear, por otro-, Putin tomó medidas revulsivas pocos días antes de la tragedia del Kursk: exigió renuncias de 'dinosaurios' uniformados, reestructuró el departamento de información de las fuerzas armadas, puso en alerta a la división de prevención de accidentes militares y, paradójicamente, Putin hizo campaña por las costas del Báltico para reflotar la idea de Rusia como un Estado con fuerte perfil naval, que había quedado desdibujado por el protagonismo de las fuerzas de tierra en Chechenia.
Lo que sigue es incierto. La recuperación de los cuerpos abrió otro debate técnico-político, ya que no se decidió quién estará a cargo de la operación -varias empresas privadas se candidatean para la jugosa licitación- y ni siquiera hay acuerdo sobre si conviene reflotar el sumergible o dejarlo en el suelo marino. Los ecologistas alertan contra fugas radiactivas que podrían generarse por la corrosión de la cabina que contiene los reactores nucleares, aunque los expertos militares norteamericanos relativizan ese riesgo basados en la experiencia de anteriores hundimientos. La idea sería 'izar' el Kursk con grúas o mediante globos de flotación. Sin embargo, el intento podría desatar una catástrofe mayor, si la nave no resiste y se quiebra durante el remolque. La alternativa es sellar el submarino con una cápsula de cemento armado, para que duerma en el mar para siempre. ¿Y las víctimas? Aún muertos dependen de las azarosas órdenes de Putin."


Animación sobre el hundimiento del Kursk




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