16.12.09

Hechos bélicos

A 70 AÑOS DEL HUNDIMIENTO DEL ACORAZADO GRAF SPEE
En la tarde del domingo 17 de diciembre de 1939, el acorazado de bolsillo alemán Admiral Graf Spee fue echado a pique por su tripulación frente a Montevideo. Tras combatir el miércoles 13 con varios cruceros británicos, se refugió en el puerto de la capital uruguaya. Imposibilitado de reparar los daños, su comandante,Hans Langsdorff , recibió órdenes de destruir su nave. Había zarpado días antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial para atacar el comercio británico en el Atlántico sur, hundiendo nueve barcos mercantes. Los tripulantes del Graf Spee fueron internados en la Argentina.



El fin del último corsario, nota de Osvaldo Bayer en la edición nº 6 de la revista Todo es Historia, de octubre de 1967.

"Son las 18. Ha llegado el momento. El corsa­rio ya sale a buscar la muerte. Dejemos que un historiador inglés, Dudley Pope, testigo del dra­ma, nos relate esos momentos: 'El buque de guerra alemán habíase convertido en el centro de la atención mundial; docenas de cronistas y locutores de diversas nacionalidades habíanse congregado en Montevideo, durante los últimos tres días, y varias estaciones de radio trasrni­tían sus comentarios directamente, los que, co­mo es natural, escucháronse a bordo de los cru­ceros británicos. Para los montevideanos el do­mingo prometía ser un día dramático, en tanto la multitud agolpábase en los sitios más estratégicos. A las 18, un gran pabellón nazi fue enarbolado en el palo del trinquete del 'Gral Spee' seguido de otra bandera en el palo mayor, mientras una de sus anclas levábase lentamente. La segunda amarra levantóse del lecho del río con un sordo rumor de aguas, y casi impercepti­blemente, el acorazado de bolsillo comenzó a moverse. Para la multitud, el 'Gral Spee' parecía una visión majestuosa, ya que sin la ayuda de remolcadores, Langsdorff hízolo maniobrar hasta poner proa al mar. Luego aumentó la velocidad; y con el pabellón nazi flameando al viento, el 'Graf Spee' saltó por la escollera, en su últi­mo viaje. Quince minutos más tarde, el 'Tacoma' zarpaba siguiendo la misma ruta'.
"La multitud -continúa Pope- que ahora lle­gaba a un tercio de millón, manteníase silen­ciosa parada en los muelles, embarcaderos, es­colleras, y a lo largo de la costa, mientras el acorazado salía por la escollera hacia el canal, rumbo al sudeste. Todavía se la veía como una poderosa máquina de combate y muchospensa­ron que entraría en acción y que el rumor de su autohundimiento era sólo un ardid para despis­tar a los británicos. De pronto vieron que cam­biaba de curso. Viró a estribor hasta quedar apuntando hacia el Oeste, hacia el ocaso. ¡Se iba a Buenos Aires! Navegaba hacia el pontón Recalada, marcación del canal de entrada aBue­nos Aires, pero no había ido lejos por esta nueva ruta cuando aminoró la marcha y paró. Pero po­cas personas entre la vasta multitud diéronse cuenta que el «Graf Spee» llevaba la tripulación estrictamente necesaria, y ni aún nuestro Ser­vicio de Inteligencia británico percatóse que com­poníase de un mínimo de 43 hombres'.
En efecto. Durante todo el día, la tripulación había sido transportada al 'Tacoma'. Y Langs­dorff había previsto todo: desde Buenos Aires vinieron dos remolcadores y una chata, de ban­dera argentina.
Ahora está allí, en medio del río, con 43 hom­bres y su capitán. El oficial alemán Wattenberg cuenta así los últimos instantes: 'No puedo ni deseo decir mucho del último viaje de nuestro hermoso barco. Todos nos encontramos en nuestros puestos, solos, con nuestros pensamientos. Tampoco nuestro Capitán dijo mucho. Luego de anclarpúsose en marcha el reloj de tiempo para encender las cargas... 20 minutos de intervalo para que los marineros. y los técnicos del «Kom­mando» tuvieran suficiente tiempo para subir a una lancha y dirigirse al 'Tacoma'. A último momento, los cinco oficiales nos reunimos con nuestro Capitán en el alcázar, arriáronse la bandera y el pabellón y luego subimos a la lancha que esperaba al costado del barco."
­­ Otro oficial alemán presente, Hans Gotz, describirá así esos momentos decisivos: 'la alarma suena a bordo por última vez. Se han colocado seis cabezas de torpedos en distintas partes del barco y seis hombres, con temple de acero, han conectado losacumuladores al reloj de tiempo para que funcione a los 8 menos veinte. Estos hombres, con sus sacos de provisiones, sus sal­vavidas y sus pistolas en el bolsillo, salieron con determinación del cuarto de máquinas y de las torres de proa y de popa a la cubierta superior. El capitán Langsdorff los contó: ' uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, suban al bote (él fue el último) y adelante, rumbo a Buenos Aires". ­
El buque corsario ya está solo. Los últimos des­tellos del sol caen sobre el Río de la Plata. Son los hermosos ocasos de nuestra latitud, hermosos pero con esa tristeza muy propia de la pampa que se traslada a las aguas marrones del Plata. Elhomiguero humano de los muelles está en silencio. No se oye ni el lejano ruidos de los tranvías. De pronto, una tremenda columna de humo envuelve al navío y se eleva a más de 300 metros de altura; luego comienzan a elevarse luces de todos los destellos. Las llamaradas y las explosiones se suceden en cadena. Se ven dos cañones de once pulgadas lanzados al aire como si fueranescarbadientes.
La multitud queda atónita. La expresión es igual en todos los rostros: la boca semiabierta, la mandíbula colgando, los ojos vidriosos. Así, esa inmensa masa mira el holocausto del último corsario. Hasta que por allí alguien rompe a llorar y muchos comienzan a desahogarse. Se origina entonces un murmullo, como un rugido, la gente quiere balbucear algo. Algunos gritan. ¿Contra quién? Contra nadie ni a favor de nadie. Es un hechoinexplicable. Los seres que están allí viendo el fin de la nave sufren, les duele el hecho. Para ellos la nave no tiene nacionalidad. Es tal vez el barco romántico que ha rodeado a ese buque fantasma que emergió del medio del mara para presentarse una madrugada en Montevideo.
Luego, casi de improviso, la multitud comenzó a dispersarse con rapidez, como si la hubiera invadido un sentimiento apocalíptico, como si el sol se hubiera oscurecido de repente. O tal vez sólo era un sentimiento de vergüenza, de amargura o de desilusión por algoinexplicable."

LA BATALLA DEL RÍO DE LA PLATA







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