30.9.09

Boxeo

A 35 AÑOS DE LA ÚLTIMA PELEA MONZÓN EN EL LUNA PARK
El 5 de octubre de 1974, el argentino Carlos Monzón venció por nocaut en el séptimo round al australiano Tony Mundine y retuvo por décima vez la corona mundial en la categoría mediano. Esa fue la tercera y última pelea de Monzón en el mítico estadio Luna Park, debido a que las cuatro defensas restantes fueron en el exterior. La cobertura de El Gráfico.


Nota publicada en El Gráfico nº 2870, del 9 de octubre de 1974

MONZÓN, EL SUPERCAMPEÓN

"Si pudiera trataría de definir con una palabra. Pero esa palabra no existe. Aquel momento -cuando el Luna vibró como nunca- exige la inolvidable descripción de sus imágenes. Si digo que fueron los diez segundos más memorables de la historia de nuestro boxeo, corro el riesgo de caer en la exageración. Soy exagerado: FUERON LOS DIEZ SEGUNDO MAS MEMORABLES QUE JAMAS SE HAYAN VIVIDO EN EL LUNA PARK. Recordemos todo: el cross de izquierda de Monzón que choca la mandíbula de Mundine, la caída lenta hasta arrodillarse. Después el, el referi Herrera que corre hasta el lugar, Monzón que se da vuelta buscando el rincón de Corrientes y Madero. El público estallando hasta el desenfreno, dando sonido estruendoso al estadio. Las caras. Nada hay más expresivo que ver las caras de alrededor cuando llega un momento así: los ojos adquieren una dimensión mayor, los labios desaparecen para hacer más pronunciado el grito, las formas se pierden en una actitud excitante, y es como si un sudor nervioso recorriera de arriba hacia abajo lubricando de pasión cada rostro. Nadie escucha. Todos gritan. Nadie puede escuchar, todos quieren gritar. En esos diez segundos todos los puños se crispan. El referi sigue contando. Mundine mira sin saber, sin poder, sin querer nada más. Y los brazos en alto de Monzón. Y las voces que perforan micrófonos y las cámaras que acercan el objetivo. Y de la tribuna, bajando, la gratitud. La gratitud del público tiene una particularidad: es un grito largo, a fondo, que lleva intención de euforia y resulta una música. Uno la recuerda por mucho tiempo. Y en el final de esos diez segundos, el "out" que marca el referi con los brazos desanudándose, la mirada de Mundine que se clava definitivamente en la lona, los saltos de la gente, la explosión de Monzón ablandando su agresividad en una sonrisa sin final, el reloj que se detiene en rojo marcando un minuto y veintidós segundos del séptimo round, las cuerdas del ring que son puertas abiertas para el festejo final, la apoteosis, el canto -¿y por qué no decirlo?-, la felicidad. Después el murmullo con humo de cigarrillo tranquilo. Y los adjetivos sin reparos.
Después, Monzón. No hace falta más palabras. Monzón ya es sinónimo de triunfo, de seguridad, de campeón, de crack, de incomparable. Monzón y basta. En París o Copenhague; con altos y bajos; con peleadores y boxeadores; con blancos y negros; con expertos y frescos; con pegadores y científicos; de tarde y de noche; de local y visitante; ayer y hoy. Y también mañana. Ganador s i e m p r e. Ganador sin fallos discutidos ni referis cuestionados. Ganador para especialistas y profanos. Ganador para todos. Ganador siempre. ¿Cómo se lo define a este hombre? Yo creo que es algo más que un campeón...

DOS PALABRAS FINALES
Hay algo más que el triunfo para Monzón. Y no es un acopio técnico ni un apunte detallista. Es algo mucho más importante: SU GRANDEZA.
Un campeón que vuelve después de ocho meses, con treinta y cinco días de entrenamiento y quince o veinte de concentración, y hace ese papel tiene algo más que fuerza y experiencia. TIENE CLASE. Eso que sólo es patrimonio de los grandes, de los elegidos. Es esa clase que al final compensa todo. No se adquiere ni se aprende, nace con uno y se revitaliza con el tiempo. Monzón dio un gran espectáculo, obtuvo un gran triunfo, fue campeón en todo momento y hasta superó actuaciones anteriores. No le busquemos más explicaciones: SÓLO UN GRANDE COMO ÉL PODRÍA HACERLO. Y LO HIZO.
No le temo a las 'frases hechas', pero procuro utilizarlas sólo cuando son inevitables. Me pongo en el lugar de los 20.000 espectadores que fueron al Luna y los millones que lo siguieron por televisión. Y en nombre de ellos, digo: GRACIAS, CARLOS".

EL VIDEO DE LA VICTORIA


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